Bipolares TESTIMONIOS Casos de la vida real

1)  Margalida Castro


No es frecuente que un personaje
público revele secretos de su pasado. Más aún si —- son particularmente
dolorosos.

Choques insulínicos,
camisas de fuerza, drogas psiquiátricas, la muerte en vida que significa per­manecer
atado a una cama durante meses enteros o compartir un mismo espacio con toda
suerte de seres esperpénticos, son tan sólo una parte de la pesadilla vivida por
Margalida Castro en su periplo por los manicomios colombianos
de los años sesenta v setenta, y que ella misma nos cuenta en la primera
parte de este libro, con la intensidad propia de los testimonios auténticos.
Sorprende que una
flautista de formación clási­ca y luego actriz profesional haya sido hasta tal
punto víctima de la incomprensión y la crueldad.
Pero sorprende todavía más que
haya sobrevivi­do y triunfado, para ocupar el lugar que hoy ocu­pa en el
corazón de los colombianos.
¿Cómo fue posible
este milagro?
La respuesta
la encontrará el lector en la se­gunda parte del libro, en donde ella nos narra,
con alegre desparpajo, sus singulares experien­cias místicas, cuyos
protagonistas son la Virgen y los ángeles, espíritus protectores que desplie­gan
su simpatía y su bondad gracias a los miste­rios de la fe.


2) Jairo Gutiérrez: Creo que fui la primera persona en salir en un medio nacional como El Tiempo contando en primera persona su caso, envío el enlace
http://www.eltiempo.com/archivo/documento/MAM-1622156




3) Fuente:
http://www.eltiempo.com/archivo/documento/MAM-1945017 12-Marzo-2006


“SOY
BIPOLAR Y DECIDÍ ESTAR BIEN”

El
candidato a la presidencia del mundo caminaba por las calles bogotanas rodeado
de escoltas. Una tarde, aceptó el ofrecimiento de su cuñado y fue a comprar un
carro en el concesionario que él administraba. Ambos salieron a probarlo.
Mientras su cuñado manejaba, el candidato pensaba en lo que iba a hacer para
acabar la pobreza planetaria.


Pocas
cuadras después, la policía los detuvo; justo en la esquina de la calle 134 con
19. Le faltaban al nuevo carro algunos documentos. Por favor, los dos se bajan.
Al candidato lo entraron a la fuerza al edificio que quedaba cruzando la calle.
Era la Clínica Montserrat, especializada en pacientes con enfermedad mental.

Carro,
policías, papeles, todo formaba parte de una medida desesperada de los
familiares de Jorge Cardoso Llinás.


–¡Lo
que faltaba: que mi familia diga que estoy loco! La reacción de Cardoso no
impidió que las enfermeras le fueran retirando reloj, gafas, saco, y le
administraran medicamentos antipsicóticos.
Su
etapa de manía había llegado al límite, aunque él todavía no se reconocía
enfermo.

Hoy,
con la serenidad que da el tiempo, acepta que sus familiares hicieron lo mejor.
La lucha por la presidencia mundial era sólo una de sus metas entonces. También
pretendía crear un imperio económico, se había metido en negocios de ropa y
joyería. “Moví tanta plata, que me fui a la quiebra y me llevé buena parte del
patrimonio familiar”, dice.


Pero
antes de la manía, vivió su opuesto: la depresión, “la muerte en vida”.

Primero
fue la tristeza; diez y seis años. De un momento a otro Jorge no volvió a llegar a
casa con las mejores calificaciones del Gimnasio Campestre, como tenía
acostumbrada a su familia. ¡Eso son los amigos! ¿En qué anda? Jorge estudiaba
más, pero no entendía nada. El cerebro no le respondía. Sin embargo, por qué
pensar en una enfermedad, y menos una manía co-depresión (hoy llamada trastorno
bipolar). Lo suyo se debía a causas externas, tal vez al estrés, pensaban
todos.

“Pasé
la depresión a palo seco”, dice. Como un estudiante apenas promedio, salió del
colegio y llegó a la Universidad del Rosario a estudiar derecho.


Ahí
sí concluyó: “Me embrutecí”. La inteligencia que antes la gente le reconocía se
había esfumado. “Viví un infierno en silencio. Todos me exigían más y más, pero
no sabían lo que yo sentía”.


Pasó
raspando los años de carrera. Su novia de entonces le ayudaba con los trabajos
y quiso saber qué le pasaba. “Me llevó a un acupunturista, a un homeópata, a un
psicólogo (que no descubrió nada) y hasta donde un sacerdote”.

Y
nada. Un Cardoso triste y apático se graduó del Rosario y se especializó en los
Andes en derecho financiero. (Todavía hoy no se explica cómo).
Hijo
de familia acomodada, papá abogado, abuelo ex ministro y ex alcalde (el médico
Juan Pablo Llinás), Jorge consiguió un buen trabajo como abogado en el Banco
Popular. Finalizaban los años ochenta.

Pero
entonces “explotó la bomba”, como él mismo lo describe. Actividades que antes
le significaban una hazaña semejante a escalar el Everest (levantarse, bañarse,
vestirse…), empezó a realizarlas con velocidad y entusiasmo.


Llegaba
la manía, sin que Jorge le pusiera ningún obstáculo. Tenía 25 años.

Y
a esa edad qué mejor que tener toda la energía posible. Cardoso se llenó de
proyectos. En el banco tenía tres secretarias a su servicio que no alcanzaban a
seguirle el ritmo. Al mismo tiempo empezó a crear otros negocios. Tenía crédito
abierto y seis tarjetas a su gusto.

Hablaba
mucho. Aún en la madrugada seguía conectado al teléfono para supervisar sus
proyectos. En medio de un río de ideas, una se le clavó en su mente: acabar con
las desigualdades entre las personas. Para lograrlo necesitaba poder, y lo
tendría como presidente de Colombia. Mejor: del mundo. Planeó su candidatura.
Alcanzó a hacer reuniones y contar su proyecto. Contrató escoltas. Era el
elegido.


“Por
primera vez en muchos años sentí deseos de vivir. Era como adrenalina que me
inyectaban en el cerebro”.

No
había razón para cambiar. Pero su familia pensaba diferente: algo está mal con
Jorge. No duerme. Ha perdido mucha plata. Lo van a despedir del banco (había
pedido una licencia porque su tiempo lo dedicaba a su campaña).

Lo
que busca no es coherente.

Él
iba a una velocidad, el resto del mundo a otra. Decidió que la razón la tenía
él y se alejó de su familia. Compró una casa en Carmen de Apicalá y se fue a
vivir allá. Sería bueno, sí, tener un carro más potente. Por qué no comprar el
que le ofrecía su cuñado.


–Jorge
se chifló –decían.

Su
familia no tuvo más remedio que idearse aquel operativo para llevarlo a la
clínica. Había llenado de deudas su casa. “Perdí un apartamento de mis abuelos.
Porque, para completar, yo era el albacea testamentario; así que tenía poder
para manejar todo”.

En
la clínica lo estabilizaron y Jorge recibió la noticia: usted es bipolar;
Maníaco-depresivo.
Un trastorno que produce cambios severos en el estado de ánimo y de las energías. En los casos graves, aparecen síntomas psicóticos (alucinaciones y delirios; trastornos de pensamiento y de la percepción); tiene un componente genético importante
(Jorge recuerda que su abuela murió en una clínica psiquiátrica. “Nunca la
diagnosticaron, pero era evidente su manía”).

Meses
después de salir de la clínica, el péndulo de Cardoso giró hacia el otro lado.
Cayó en depresión profunda y no volvió ni a levantarse. “Quería dormirme y no despertar
más”. Pensó que la solución era morir, aunque no intentó suicidarse.


Dosis
diaria de litio El médico le recetó antidepresivos y salió de la crisis. Se
sintió mejor, así que no había por qué creer que tuviera tal enfermedad. “Los
locos son otros”, dijo y botó los medicamentos. Pero la idea de volver a
hospitalizarse, tras un anuncio de nueva manía, lo hizo aceptar por fin su
situación.

Ahora,
a diario, toma una dosis de carbonato de litio, que le garantiza un alto porcentaje
de estabilidad. También toma un antipsicótico… “para no volver a lanzarme a
la presidencia del mundo”.

En
estos años Jorge, preocupado por informar sobre la existencia de esta compleja enfermedad, ayudó a crear la
Asociación de Maníacos Depresivos AMD, que reúne a cerca de 1200 personas. Al
tiempo se crearon otras asociaciones, como la de personas con esquizofrenia. 

No
es uno de sus proyectos de manía: Jorge ha sido invitado a cinco Congresos Nacionales de Psiquiatría y a uno mundial, en Canadá. Su voz es respetada como
representante de las personas con enfermedad mental.

“La
maníaco-depresión es peligrosa. El que un loco salga por la calle corriendo se
debe a que no sabe que está enfermo, (el tiempo promedio que toma en ser hecho el Dx de Desorden Bipolar es de cerca de 8 años según el Estudio Nacional de Salud Mental Colombia 2003, hecho por el Ministerio de Salud y la OMS), que no lo han informado, que no ha recibido tratamiento oportuno e integral con lo cual la enfermedad ha continuado con sus proceso evolutivo como el de una caries dental, llegando la caries mental a necesitar tratamiento de conductas”.


Con
45 años, Cardoso ha logrado calibrar un radar para detectar qué cosas le hacen
bien y mal. De las segundas se aleja sin dudarlo (licor, estrés).
“Como
todo, es una decisión. Y yo decidí estar bien”.

–¿Y
por qué decidió contar esta historia? –Sé que el estigma hacia el enfermo
mental es violento. Pero lo hago para ayudar a los otros pacientes. Que vean
cómo de un gran problema se puede tener una gran solución. En el país los
enfermos mentales están metidos debajo de la cama, (encerrados en el closet, en sanatorios mentales o en las cárceles) muertos del susto, y así no
se defienden sus derechos.

Aquí
nos estamos haciendo, literalmente los locos, con el tema de salud mental y es
una bomba de tiempo.

LA
MITAD HA INTENTADO SUICIDARSE En estado de manía, la enfermedad bipolar tiene
síntomas como ánimo elevado, disminución del sueño sin tener cansancio,
irritabilidad exagerada, hablar rápido, comportamiento agresivo, conductas
imprudentes y, en casos graves  síntomas
psicóticos o sea alucinaciones y delirios.

Los
episodios de depresión se caracterizan, entre otros, por pérdida de las energías, interés, motivación, sentido de vida, objetividad, sintiendo tristeza prolongada, ansiedad, pesimismo, indiferencia, dificultad en la atención, concentración y memoria; pensamientos recurrentes de minusvalía, muerte y suicidio.


Las
primeras
manifestaciones (síntomas) de esta desorden se presentan, en
promedio, a los 18 años. Es un trastorno recurrente, lo que quiere decir que,
si no recibe tratamiento (oportuna e integralmente), los episodios depresivos y maníacos son cada vez mas graves

Es
relativamente común: una de cada 100 personas la padece en su forma grave
(TAB Tipo 1);
Hombres
y mujeres tienen las mismas probabilidades de sufrir el desorden bipolar. Es demorado y difícil de diagnosticar. 

El TRATAMIENTO con litio cambió el panorama de las personas con diagnóstico de desorden bipolar, permitiéndoles
llevar una vida casi normal (funcional). La psicoterapia es otra ayuda necesaria para que los
antidepresivos funcionen y para evitar o prevenir nuevas crisis agudas, recaídas
y hospitalizaciones.

Según
estudios, un 60 por ciento de los pacientes bipolares tiene una Historia
Clínica de abuso o dependencia de alguna droga.


Entre una
cuarta parte de las personas con desorden bipolar han intentado suicidarse  por lo menos una vez.

DATOS y
estadísticas tomados DEL LIBRO ‘MARCADOS CON FUEGO’, KAY REDFIELD JAMISON.

MEJOR
HABLAR “En el país estamos haciéndonos los locos con el tema de salud
mental. Es una bomba de tiempo”.
Jorge
Cardoso.


ALGUNOS
FAMOSOS MANÍA CO-DEPRESIVOS 

Virginia Woolf, Van Gogh, Robert Schumann, Ernest
Hemingway y Abraham Lincoln forman parte de la lista de bipolares famosos.
Están también William Blake y John Keats. Incluso se cita a Simón Bolívar. Jim Carry,